miércoles, 1 de junio de 2011

DUEROMOVE por Silvia Verástegui Alonso

¡CON LA BALSA A CUESTAS!


Cuatro tripulantes, una barca y una tienda de campaña son algunos de los ingredientes necesarios para embarcarse en un viaje lleno de experiencias inolvidables. Como protagonista, el Río Duero y como antagonista, su escasa corriente. Dieciséis días remando sin intermisión con el objetivo de dar a conocer a la sociedad española la riqueza natural del país. 

Nacho Abascal Martínez, José Mª Beltrán de Heredia, Giovanni Olcese Ortega y Sergio García Rojo son cuatro vallisoletanos que decidieron emprender un viaje a Oporto desde Pesqueruela (zona donde se juntan el río Pisuerga y el río Duero en la provincia de Valladolid). Con ello, han querido enfatizar los recursos naturales de Castilla y León y la cercanía con nuestro compañero peninsular.

Con ánimo de generar una conciencia social y medioambiental en los ciudadanos, realizaron el descenso del río Duero con todos los permisos necesarios para la navegación fluvial, embarcados en una balsa neumática de suelo rígido, movida mediante remo. La velocidad media era de 4km/h., navegando unas 10 horas diarias aproximadamente, para que el trayecto durara unos 15 días y se dividiese en etapas de 40 kilómetros de media.

TRIPULANTES



Nacho Abascal Martínez "Odontólogo y aficionado de las aves castellanas"
 
 


José Mª Beltrán de Heredia "Economista y aventurero"



 
Giovanni Olcese Ortega "Arquitecto y blogger"



 
Sergio García Rojo "Ingeniero y empresario"






NACHO ABASCAL MARTÍNEZ

- ¿Comó nace la idea?

La historia empieza con el exageración de un amigo, Jesús.

Cuando éramos pequeños solíamos ir al río con colchonetas a pasar el día y “navegar” unos kilómetros. Siempre que lo hacíamos, Jesús nos decía: “¡unos amigos míos se fueron hasta Oporto con una Zodiac a remo!”. Y pensamos que podría ser una aventura increíble.

Pasados los años, cuando decidimos hacer realidad ese sueño, resultó que Jesús no se había informado bien sobre el viaje de sus amigos. Nos confirmó que no habían conseguido hacerlo entero, sino que únicamente habían descendido un pequeño tramo del Duero. Nosotros no nos íbamos a echar a atrás, a si que seguimos preparando el viaje.

Una mañana de Julio, nos fuimos a Pesqueruela, inflamos la barca y sin pensarlo dos veces nos metimos en el río….
A la media hora de estar remando, nos miramos los cuatro y dijimos: “¿estamos seguros de que vamos a llegar hasta Oporto?”

Todos pensábamos que el caudal del Duero nos haría navegar sin apenas esfuerzo y que en algún tramo nos tocaría remar a pelo. La realidad era muy diferente. El recorrido del río Duero tiene una velocidad baja y nos iba a tocar remar mucho más de lo que pensábamos. Otro problema añadido fueron los saltos de agua. El Duero se utiliza para generar electricidad en muchas de las centrales eléctricas que nos encontramos. Cada central tiene un salto de agua, y nosotros teníamos que esquivarla sacando la barca del agua y pasándola a mano. Este procedimiento lo hacíamos unas 4 ó 5 veces al día en el tramo español del Duero. La zona portuguesa ya era otra cosa; el río esta preparado para navegar y nos permitieron tener los privilegios de pasar las presas por las exclusas, usar los embarcaderos… ¡una maravilla comparado con el tramo Español!

El viaje...
El viaje no lo queríamos hacer por hacer, y decidimos darle un sentido más importante. Queríamos convertirlo en un viaje solidario. Apalabramos algunas donaciones con una ONG por parte de una serie de empresas y nos pusierona una única condición: llegar a la meta, ¡Oporto!

- ¿Qué material llevasteis?

Un buen amigo nos dejo la barca neumática, reunimos el poco equipaje que necesitábamos ( cada uno: 2 camisetas, un bañador, un pantalón corto y unas zapatillas), 4 remos, un camping gas y comida para los primeros días: pasta, arroz, conservas y barritas energéticas(malísimas por cierto).

Los días eran una verdadera odisea, remando, haciendo un esfuerzo de coordinación bajo un sol abrasador, refrescándonos con un chapuzón cada media hora y parando a comer (media hora para no bajar la media de kilómetros diarios y poder llegar a Oporto en la fecha prevista). Los días eran durísimos, pero no había nada más gratificante que; terminar el día, montar la tienda en el primer trozo de orilla que nos apeteciera, hacer la cena, poder comentar las anécdotas del día y pensar en la meta del día siguiente.



Tuvimos la gran suerte de que durante nuestro viaje se estaba disputando el Mundial de fútbol. El día que jugaba España, era un día especial que programábamos para terminarlo en un pueblo en el que pudiéramos ver el partido. Ese día cenábamos en un bar (¡todo un lujo!) y nos bebíamos unas cuantas MERECIDAS cervezas.

En Zamora, y tras hablar con mucha gente, tomamos la decisión de hacer un tramo en autobús. En esta ciudad comenzaba un tramo protegido en el que apenas podríamos salir del río en varios días y no quisimos arriesgarnos. La parada en Zamora nos permitió dormir en una especie de hostal y nos pegamos la primera y última ducha del viaje.

Los portugueses…

Siempre recordamos la gran amabilidad de los portugueses que nos veían luchar día tras día, contra la poca corriente del río y el viento en contra. En las exclusas que coincidíamos nos tiraban botellas de agua fría y nos animaban. En una de las paradas para comer, un hombre que previamente nos había echado la bronca por estar en su parcela, nos acercó una botella de vino y unas naranjas para animarnos en nuestro viaje.Viendo que España había llegado a la final, queríamos llegar a oporto con el tiempo suficiente para poder estar allí un par de días y volver a Valladolid para poder ver la final del mundial en nuestra querida ciudad. El viaje se aceleró hasta el punto de hacer jornadas de 12 horas remando, haciendo menos paradas y más cortas.
El último día pretendíamos hacer una jornada más tranquila para poder disfrutar de la llegada, pero no solo hicimos unas de las jornadas mas largas, sino que llegamos, y en Oporto llovía muchísimo. Daba igual, ¡habíamos llegado al centro de Oporto! 



 
 

FUENTE: Nacho Abascal Martínez, José Mª Beltrán de Heredia y Giovanni Olcese Ortega.
MÚSICA: Broken Glasses.

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